Monday, June 29, 2009

Mensagem da Aliança Cooperativa Internacional - Dia Internacional das Cooperativas (4de Julho)

"Orientar a reforma global por intermédio da empresa cooperativa"

De acordo com estudo recente feito pela ACI por encomenda da Organização Internacional do Trabalho (OIT), as cooperativas resistem melhor à crise que as outras formas de empresa. As cooperativas financeiras mantiveram-se financeiramente sólidas; as cooperativas agrícolas em numerosos países do mundo tiveram excedentes; as cooperativas de consumo apresentam volumes de negócio acrescidos; as cooperativas de trabalho crescem. Cada vez mais pessoas escolhem a empresa cooperativa para responder às novas realidades económicas.

Porque é que as cooperativas são capazes de sobreviver e ainda prosperar em tempo de crise, e para lá dela?

Graças ao seu modelo. A empresa cooperativa é um modelo alternativo que, em lugar de se concentrar no lucro, se concentra nas pessoas, agrupando a sua força de mercado ao mesmo tempo que as guia pelos seus valores e princípios cooperativos.

Em numerosos países e sectores pelo mundo, a empresa cooperativa cresce em número de membros, em capital e volume de negócios. As cooperativas contribuem de modo significativo para manter e criar empregos, garantindo assim o rendimento das famílias. Garantem que os preços permanecem justos e que os produtos de consumo, alimentação e serviços se mantêm sãos, fiáveis e de boa qualidade. As instituições financeiras cooperativas conheceram um afluxo de capital porque os consumidores reconhecem a segurança e fiabilidade das cooperativas de poupança e crédito, dos bancos cooperativos e das seguradoras cooperativas que, em muitos casos, continuaram a fornecer crédito aos particulares e às pequenas empresas. Ao fazê-lo, demonstram que a empresa cooperativa é viável e que as empresas que se regem por valores éticos podem singrar e contribuir para uma retoma económica sustentável.

Os economistas, o mundo académico e a comunidade internacional procuram desesperadamente como estimular uma retoma global e ao fazê-lo, começam a interrogar-se sobre o modelo económico actual, que perdeu a confiança, tanto dos responsáveis políticos como do consumidor médio. Procuram nomeadamente regular os mercados e particularmente as instituições financeiras, para assegurar um funcionamento mais ético e transparente. Todavia, nessa procura, redescobrem também e reconhecem o potencial das cooperativas em contribuir de modo significativo para um novo sistema económico.

Numerosos Governos já tomam em conta a opção cooperativa neste novo ambiente económico, seja para estimular a produção agrícola, ou para reorganizar os sistemas de protecção social nacionais, como o mostra o recente debate nos Estados Unidos sobre a reforma do sistema de saúde e a proposta de criar cooperativas de saúde. Reconhecem também o contributo que as cooperativas podem dar na retoma nos seus países e encorajam cada vez mais os seus cidadãos a considerar a empresa cooperativa para as suas finanças, para aumentar a sua produtividade e para o seu bem-estar geral.

O Movimento Cooperativo deverá trabalhar com os responsáveis políticos para assegurar que reconheçam a particular natureza das cooperativas. Elas não devem ser demasiadamente reguladas e eles devem compreender a sua aversão ao risco. Uma resposta política coerente e bem articulada é crucial para assegurar que elas não sejam prejudicadas pelas mudanças no enquadramento regulamentar. Apenas graças a políticas apropriadas é que as cooperativas continuarão a ser capazes de orientar a retoma global.

Se bem que alguns economistas a propósito do estado da economia venham dizer que o pior já passou e que a retoma deve começar no fim do ano, a recessão afecta e afectará as empresas. Numerosas cooperativas serão tentadas a sobreviver a qualquer preço, incluindo renunciando à sua natureza. Mas é cada vez mais evidente que pôr em prática os valores e princípios cooperativos poderá ser o factor determinante de uma viabilidade a longo prazo. É tempo de fazer acentuar a natureza cooperativa.

Ao movimento cooperativo depara-se uma oportunidade sem precedentes. Deve vencer o desafio e ser capaz de demonstrar que o modelo de empresa cooperativo é o melhor modelo alternativo de empresa no futuro. As cooperativas demonstram actualmente que, não apenas gerem o desenvolvimento económico, como também praticam a democracia económica e política e são socialmente responsáveis. As cooperativas oferecem uma maneira mais justa de negociar, em que os valores sociais e ambientais não são apenas respeitados quando isso convém, mas são, simplesmente, a maneira de empreender das cooperativas.

Neste Dia Internacional das Cooperativas, a ACI faz apelo aos cooperadores do mundo inteiro para que reforcem o seu compromisso nos valores e princípios cooperativos, para que celebrem o seu sucesso nestes tempos difíceis e para que trabalhem em conjunto por forma a assegurarem-se que lideram a retoma global no mundo.

Monday, June 22, 2009

Cuba se acerca a la quiebra

La crisis económica acrecienta las penurias y el malestar en la isla

La funeraria de Arroyo de Naranjo fue hace semanas escenario de una escena truculenta. En una noche aciaga para los familiares de los fallecidos en ese municipio habanero, en el lugar había sólo dos tipos de ataúdes: con hormigas o con comején. "Si no quieren éstos, tienen que esperar", advirtió a los dolientes un empleado del tanatorio. Indignados, tras negarse a depositar allí los restos de sus seres queridos, los deudos tuvieron que aguardar ¡ocho horas! a la llegada de féretros en buen estado. La historia, contada recientemente por la revista Bohemia, es una más de las que a diario suceden en Cuba, pero a muchos ha recordado los tiempos del Periodo Especial.

Aquella crisis galopante de los años noventa todavía marca la memoria de los cubanos y hace temblar a la gente. Entonces los apagones llegaron a ser de 12 y 14 horas diarias, el transporte público casi desapareció, cientos de empresas cerraron y la comida escaseó hasta el punto que una epidemia de neuritis afectó a decenas de miles de personas.

Hoy las cosas no están tan mal como cuando desapareció el bloque socialista, pero ya es más que un rumor en la calle que Cuba se adentra en un "mini-Periodo Especial". Los síntomas de la crisis económica, agravados por la depresión internacional, están ahí: fábricas trabajando a medio gas y otras paralizadas, producciones deprimidas, reducción de algunos productos de la libreta de racionamiento, como los frijoles o la sal; amenaza de apagones, que ya son una realidad en centros de trabajo y empresas del Estado que se pasan del "plan de consumo" establecido; anuncios de mayores "restricciones al consumo" y de "peores contingencias".

"Estamos en un momento verdaderamente complicado de nuestra historia", admitió esta semana el asesor del Ministerio de Economía Alfredo Jam.

La prensa cubana está salpicada de datos y noticias que reflejan la magnitud de una crisis que para algunos es casi quiebra. El domingo pasado fue Juventud Rebelde, el diario de la juventud comunista cubana, el que reveló el impacto en el tejido industrial.

Ejemplo es el Combinado Lácteo Escambray, que elabora helados que abastecen cuatro provincias centrales de la isla y vende quesos en el mercado internacional. Debido al drástico programa de ahorro energético puesto en marcha el 1 de junio por el Gobierno, la empresa está abocada a la debacle. El plan -que entre otras medidas establece apagar todos los aires acondicionados en el sector estatal al menos cinco horas al día y los refrigeradores dos horas diarias- obliga a disminuir el consumo eléctrico en el Combinado Lácteo más de un 40%.

Si esto se cumple, "la actividad de la planta de helados quedará constreñida a solamente escasos días", aseguró el "jefe energético" de la empresa, Benigno González, que informó de que incluso podría cesar la producción a partir de septiembre.

En La Habana, basta tener que realizar unas pocas gestiones para percatarse de la situación. En la mayoría de las tiendas y centros laborales no ponen el aire acondicionado hasta la una de la tarde. En algunos trabajos han readaptado el horario (por supuesto, acortándolo) y en otros el cabreo de los empleados repercute tanto en el trato al público como en el rendimiento.

La falta de liquidez es asfixiante. En lenguaje oficial, "las actuales tensiones financieras del país obligan a detener el comportamiento [de consumo eléctrico] registrado en el primer cuatrimestre del año" (Bohemia, 5 de junio). Hasta mayo se consumieron 40.000 toneladas más de lo planificado, lo que, de mantenerse hasta fin de año, supondría un "egreso adicional" de 100 millones de dólares. Y 100 millones ahora son un mundo.

"Las cosas están peor que nunca", dice un empresario extranjero que comercia con Cuba desde hace años. Como muchos de sus colegas, se queja de que tiene inmovilizados cientos de miles de dólares en su cuenta bancaria de Cuba. "Desde enero no puedo transferir un dólar. No hay dinero", dice. El lamento cada vez se extiende más y ya empieza a tener consecuencias. "Algunos empresarios han comenzado a limitar el envío de suministros en tanto no puedan repatriar sus ganancias", dice un diplomático.

"Es imposible mantener una economía en la que las importaciones cuadriplican las exportaciones, como ocurrió en los primeros cuatro meses del año", asegura un economista cubano, citando datos publicados por el diario Granma. El ministro de Economía, Marino Murillo, rebajó recientemente las expectativas de crecimiento de la economía cubana en 2009 del 6% al 2,5%. Pero economistas independientes afirman que el crecimiento puede ser inferior o incluso que el PIB puede decrecer.

La reforma salarial, que debía eliminar los topes a lo que los cubanos pueden ganar, ha sucumbido al "burocratismo" y no ha logrado su objetivo de "estimular la eficiencia". La prensa lo admite, y también que en los últimos cuatro años 135.000 cubanos emigraron del país. Mientras se habla de realizar "reajustes inevitables" en la economía, el malestar de la gente crece y eso preocupa a las autoridades, más en verano, cuando en el Caribe todo hierve.

El Pais -MAURICIO VICENT

Monday, June 15, 2009

Mi triste Italia

Un país que fue bandera de libertad y cultura es presidido hoy por un político que censura la información que no le interesa. ¿Qué le ha pasado a Italia? ¿Por qué es tan difícil de reconocer para quienes la aman?

Viví en Italia más que en España: cerca de 50 años. A ese país, que reúne el 36% del arte del planeta según la Unesco, le debo mucho humana y culturalmente. En Italia, donde hice mis estudios, donde respiré por primera vez los aires puros de la libertad -llegado muy joven desde el país de las censuras, de las condenas a muerte arbitrarias, de la inexistencia de partidos políticos-, me dieron la nacionalidad por méritos culturales. Allí voté por primera vez en mi vida. Tenía ya más de 40 años. En España no se votaba, sólo se vivía el terror.

Recordaré siempre aquella mañana en que, por fin, pude introducir mi papeleta en el secreto de una urna. Mi voto, me dijeron, valió miles. Eran unas elecciones en las que los italianos empezaban a cansarse de los políticos, lo que incitaba a no votar. La RAI me entrevistó preguntándome qué sentía un español que podía votar por primera vez. Hablé de mi evidente emoción y me atreví a pedir a los que estaban pensando en no acudir a la cita con las urnas que lo hicieran para resarcir mi pena de no haber podido votar en tantos años. Me llamaron después de la radio para decirme que miles de personas, incluso algunas familias enteras, querían que yo supiera que habían ido a votar por mí.

En Italia pude publicar lo que no podía publicar en mi país. Me abrieron las puertas sus revistas y periódicos. Gocé del privilegio de conocer, tratar y entrevistar a los personajes de la literatura y del arte que hicieron grande en aquel momento al país de Dante y de Leonardo, gente como Fellini, Passolini, Sciascia, Italo Calvino; a estilistas como Valentino, Armani, Missoni; a grandes empresarios como Agnelli o Pirelli; a magníficos editores como Einaudi o Feltrinelli... Y hasta a políticos dignos como Berlinguer o Moro o jueces valientes como Falcone, con quien conversé meses antes de ser asesinado. En mi encuentro con el juez Falcone nos rodeaba una nube de policías armados hasta los dientes y de sirenas desplegadas. "Es todo teatro. Cuando la Mafia lo decida, me matarán igualmente", me dijo el magistrado despidiéndose con una media sonrisa triste. Lo mataron.

Era aquella una Italia que yo amaba apasionadamente y en cuya lengua escribí mis primeros libros. Hasta que llegó Silvio Berlusconi. Lo vi aterrizar en Palermo, capital de Sicilia, corazón de la Mafia, en helicóptero, como un dios pagano. Eran sus primeras elecciones. Pocos creían que aquel histrión, que nunca había estado en la política, en un país tan politizado como lo era Italia, podría ganar. Yo pronostiqué en el periódico que ganaría. Vi aquella mañana en Palermo a casi medio millón de personas levantando los brazos hacia el helicóptero que traía al Salvador.

La Mafia siciliana había cambiado de bandera. Acababa de abandonar a la poderosa Democracia Cristiana, hasta entonces su señora, para ofrecerle el beso y sus votos al empresario del que decían que tenía el arte mágico de crear empleos de la nada. Italia aquel día empezó a entrar en el túnel de la degeneración. Yo me volví a España.

Ahora veo, como en una pesadilla, que los italianos, que a mí me habían otorgado el placer de la libertad de información y expresión, tienen que leer EL PAÍS para poder saber las desvergüenzas cometidas por su Cavaliere. ¿Dónde quedó aquella Italia a la que el mundo amaba y admiraba?

Italia me defendió cuando uno de los Gobiernos de Franco intentó procesarme por un artículo publicado sobre el comportamiento de la Iglesia española durante la dictadura militar. Me convocaron a Madrid. Me recibió el entonces ministro Girón. En su casa. Me contó que un ministro llevó mi artículo a un Consejo de Ministros pidiendo mi cabeza. Franco se limitó al final del Consejo a llamar al ministro Girón y le dijo: "Dejen a ese chico, porque si no lo van a hacer un mártir en Italia. Pero llámele y cuéntele". Era un aviso claramente mafioso. Así era entonces España. Así es hoy, o casi, Italia.

En mis noches sin sueño, me pregunto cómo pudo haberse llevado a cabo tal metamorfosis. Cómo se llegó a esta mi triste Italia actual. Sólo puedo hacerme algunas preguntas tras mi larga experiencia italiana. ¿Por qué ganó Berlusconi por primera vez, cuando ya circulaba un libro sobre sus fechorías e ilegalidades como empresario de la construcción en Milán? ¿Por qué los socialistas de Bettino Craxi, que acabó muriendo en el exilio, buscado por corrupción, cuando llegaron al poder le permitieron a Berlusconi crear su imperio televisivo contra todas las normas de la Constitución? ¿Qué hicieron, o no hicieron, los comunistas, herederos del severo y honrado Berlinguer, cuando después de más de 40 años luchando para llegar al poder lo consiguieron y actuaron tan mal que los italianos volvieron a llamar a Berlusconi? ¿En qué defraudaron a los italianos? ¿Por qué perdieron tan pronto las esencias del que había sido el mayor partido comunista de Europa, el del Eurocomunismo, y que reunía bajo sus alas y protegía de la mediocridad de la derecha a toda la inteligencia, todo el arte y toda la cultura del país? Un partido, insisto, que tenía como líder a un Berlinguer siempre tímido y escondido, como legítimo hijo de la austera Cerdeña, pero recto, digno y tan amado que el día de su muerte se paralizó la ciudad de Roma y dos millones de personas se volcaron en las calles como si su selección nacional hubiera ganado un mundial de fútbol.

Fui en aquella época un crítico severo de la entonces poderosa Democracia Cristiana, que llevaba 40 años en el poder y que acabó barrida al pagar sus escándalos de corrupción. Hoy, a tantos años de distancia, tengo que reconocer que lo que vino después fue peor. Está a la vista de todos.

La Democracia Cristiana, profundamente conservadora, poseía, sin embargo, un profundo respeto por la libertad de expresión de los periodistas. Conservo aún algunos tarjetones escritos con la letra grande de Fanfani y la menuda de Andreotti, ambos repetidas veces presidentes del Gobierno. Cada vez que publicaba un artículo crítico sobre uno u otro, llegaba a mi oficina en Roma un motorista llevándome uno de esos tarjetones, en los que me agradecían el haber escrito sobre ellos.

Cuando España estaba para entrar en la Unión Europea, el ministro de Asuntos Exteriores de Italia era Andreotti. En la Embajada de Italia en Madrid, alguien más papista que el Papa decidió hacer un estudio de mis crónicas, concluyendo que era excesivamente crítico con los políticos italianos. Llamaron al embajador de España en Roma y, con evidente cuño mafioso, le recordaron que Italia era fundamental para que España entrara en la Comunidad Europea y que no les gustaban mis crónicas.

La noticia llegó a los oídos de Andreotti, que ignoraba el hecho. Aquella mañana, me llamó para ofrecerme una entrevista. Me recibió con los brazos abiertos. No se habló del asunto suscitado por la Embajada italiana en Madrid. Me contó anécdotas inéditas de sus relaciones con el entonces papa Juan Pablo II. Me dijo que el Papa polaco lo invitaba a veces a comer o a cenar con él y hasta a asistir a la misa en su capilla privada. Antes de despedirme, me autografió un libro con estas palabras: "A mi querido colega periodista Juan Arias, con amistad". Andreotti se jactaba siempre de ser periodista de profesión. Ya en la puerta me dijo: "España va a ser muy importante en la Comunidad Europea. Yo la voy a apoyar". Lo hizo.

Andreotti, no obstante, solía decir que a los políticos españoles les faltaba finezza. Tristemente, esa finezza a quienes les falta hoy es a tantos políticos italianos, empezando por su presidente y su corte faraónica, que tienen horror y pánico de la información libre.

Quizá no sea verdad que a los italianos les guste tanto Berlusconi -no por lo menos a los italianos que yo conozco-, quizá es que tampoco les gustan demasiado los otros políticos. A esos otros, yo les di el primer voto de mi vida. Cosa triste, como diría Saramago.

JUAN ARIAS – El Pais - 15/06/2009

Wednesday, June 03, 2009

Banques-Etat : divorce sous conditions

Certains soirs, quand je suis seul, j'aime me repasser la vidéo de mon mariage à l'envers pour me voir sortir de l'église en homme libre », plaisantait un certain George Coote (*). Depuis que les Bourses se sont calmées, on dirait que les banquiers du monde entier sont en train de regarder le film de la crise à l'envers pour recommencer comme avant, dégagés des tenailles de la puissance publique. Leur priorité actuelle : rembourser l'aide en capital que leur a octroyée leur Etat au plus fort de la tempête. C'est pourtant eux qui l'avaient appelé à leur secours. Ne doit-il donc pas imposer quelques conditions au divorce ? Il le peut d'autant plus que les banquiers ne demandent pas une séparation totale, qui leur serait certainement fatale : une bonne partie de la dette des banques et tous leurs dépôts restent garantis par l'Etat. Et les banques centrales continuent à soutenir le marché interbancaire...

La semaine prochaine, le Trésor américain pourrait ainsi annoncer le nom de plusieurs banques autorisées à rembourser la recapitalisation qu'elles avaient obtenue dans le cadre du plan de soutien au système financier (le fameux Tarp) voté après la chute de Lehman. Goldman Sachs, JPMorgan Chase, en tout probablement une demi-douzaine d'établissements, devraient ainsi voir à nouveau leur capital entièrement détenu par des mains privées. Au Royaume-Uni, l'Etat sonde déjà des fonds souverains pour commencer à se délester, d'ici à un an, espère-t-on, de ses participations bancaires. En France, les établissements financiers, même si certains avaient d'abord rechigné à accepter l'argent de l'Etat, n'ont pas commencé à faire pression pour reprendre leur liberté capitalistique. Mais ils promettent déjà de s'y atteler dès que la situation le leur permettra.

Le but pour les banquiers est principalement d'avoir les mains libres pour octroyer à leurs salariés, et à ceux qu'ils veulent recruter, les bonus qu'ils jugent mérités sans heurter l'opinion publique, très irritable en la matière. Les banques veulent aussi davantage de liberté stratégique. Elles veulent choisir leurs dirigeants, que l'Etat pourrait démettre d'un geste. Le régulateur américain veut par exemple la démission de Vikram Pandit, PDG de Citigroup. Enfin, la participation de l'Etat à leur capital coûte cher aux banques, car la puissance publique demande des dividendes élevés.

A moyen terme, les contribuables, les entreprises et les concurrents des banques ont tout à gagner à ces remboursements. Cette aide publique suscite la jalousie des entreprises non bancaires en difficulté. Surtout, elle tient les Etats officiellement responsables des centaines de milliards d'euros d'engagements des banques envers leurs contreparties. En outre, la plupart des experts s'accordent à penser que l'Etat n'a pas les ressources suffisantes pour gérer ces banques. Enfin, au lendemain d'un séisme qui a surtout frappé les places financières occidentales, il est important de ne pas brider les banques de la zone. L'axe NyLon (New York - Londres) est désormais sérieusement menacé par ShangKong (Shangai - Hong Kong).

Mais n'est-ce pas trop tôt pour libérer ce secteur ? Car le monde vit une crise d'une ampleur qui n'intervient qu'une fois par siècle et l'opinion publique espère que des leçons ont été tirées.
Certains critiques notent qu'une sortie des banques de la rassurante tutelle capitalistique de l'Etat peut fragiliser le financement de l'économie, encore vulnérable, et ce, d'autant que les banques doivent payer chèrement leur autonomie en empruntant. Surtout, quand les principales banques auront regagné leur indépendance, l'Etat n'aura plus la même influence sur elles pour pousser les réformes du système. Dans un article (**) très remarqué, Simon Johnson, ancien économiste du FMI, compare les banquiers américains - dont beaucoup sont restés en place - aux oligarques russes, tant ils ont de pouvoir face aux pouvoirs publics.

Certes, le chantier du renforcement de la réglementation a commencé des deux côtés de l'Atlantique. Mais, en matière d'encadrement des bonus - qui récompensent des comportements inconséquents -, en matière de transparence et de contrôle des marchés de produits dérivés - qui ont exacerbé la panique (cf. AIG) -, en matière de normes prudentielles - trop lâches comme l'ont montré les produits structurés à base de « subprimes » placés en hors- bilan -, on est loin du but. Même le modèle si décrié de la banque « too big to fail », au secours de laquelle l'Etat devra toujours venir en cas de problème, reste l'objectif ultime des banquiers. Le G20 de septembre à New York sera un rendez-vous important pour faire le point sur la réglementation.

Les Etats ont déjà des difficultés à harmoniser leurs interventions. D'ici là, ils auraient peut-être intérêt à tenir la bride à leurs banques.

Nicolas Madelaine est journaliste aux Echos.fr.

(*) « Wit Hits the Spot », Des MacHale.
(**) « The Quiet Coup » (« Le Coup d'Etat tranquille »), www.theatlantic.com.