Ora vejam esta matéria na edição de hoje, 4 de Novembro de 2005, do "El País" para que se entenda a projecção mediática de uma vedeta, ainda em princípio de carreira, e cuja imagem suscita a maior atracção e interesse de todos os meios.
"Scarlett Johansson, atrapada por Woody Allen - La protagonista de 'Match point' participa también en el siguiente proyecto del director neoyorquino
BARBARA CELIS - Nueva York
VÍDEO Trailer de 'Match Point' 03-11-2005
"Me considero una persona muy afortunada por vivir de lo que más amo"
Woody Allen se fijó en ella y cuando el célebre director neoyorquino propone matrimonio a una actriz, la respuesta suele ser un "sí, quiero". En el caso de Scarlett Johansson le bastó con escuchar el nombre del director para embarcarse en el rodaje de Match point, película que hoy se estrena en España. El inesperado no de Kate Winslet fue lo que la situó en el punto de mira de Allen. Johansson no lo dudó. "La propuesta era todo o nada. Me llegó el guión cuando sólo faltaba una semana para comenzar a filmar con una nota muy cariñosa en la que se me invitaba a saltar a bordo", recordaba la actriz, a punto de cumplir 21 años, durante un reciente encuentro con la prensa en Nueva York. "Woody me decía en la nota: 'Si no puedes estoy seguro de que trabajaremos juntos en otra ocasión". Mi reacción inmediata fue pensar que no me hacía falta ni leer el guión. He sido fan de Woody Allen desde que tengo 10 años", explicaba Scarlett, que ha devorado películas como espectadora desde niña y que debutó como actriz en la producción teatral alternativa Sophistry junto al actor Ethan Hawke.
En Match point, Johansson interpreta a Nola Rice, una aspirante a actriz que se embarca en una relación adúltera con Chris Wilson, un inquietante personaje al que da vida el joven Jonathan Rhys-Meyers, en un thriller de sorprendente final situado en Londres y que fue abiertamente celebrado por la crítica durante su presentación en el pasado Festival de Cannes. El papel que juegan el destino y la suerte en la existencia humana es uno de los temas sobre los que reflexiona la película.
Scarlett, menuda, de curvas pronunciadas y piel finísima, cuya fulgurante carrera incluye 23 películas y dos nominaciones a los Globos de Oro por las oscarizadas Lost in translation y La chica de la perla, es exactamente la antítesis de la actriz a la que interpreta en el filme, cuya vida profesional en la ficción parece abocada al fracaso. "Nunca me he planteado qué podría haber ocurrido sí me hubiera ido tan mal como a Nola. Siempre tuve claro que sólo quería hacer esto. Supongo que me considero una persona muy afortunada por vivir de lo que más amo y de que la gente vaya a ver mis películas, aunque soy consciente de que los actores somos prescindibles y todo puede cambiar. Pero no sabría qué hacer si de repente perdiera mi suerte. Creo que simplemente no lo pienso porque estoy muy ocupada decidiendo cuál va a ser mi próximo proyecto", afirma Johansson.
A los tres años, decidió ser actriz y a los siete, tras una crisis después de una prueba para un anuncio, ella y su madre decidieron que sólo aspiraría a películas de calidad. Con ocho años Johansson entró en la escuela de interpretación de Lee Strasberg y tras su debut en Broadway, a los nueve años, comenzó un lento pero sólido camino ascendente lleno de acertadas elecciones, entre ellas Manny and Lo, Ghost world, The man who wasn't there o El hombre que susurraba a los caballos, que la situó frente a Robert Redford en su doble condición de actor y realizador siendo sólo una adolescente.
Hace casi tres años, cuando Johansson aún no había estrenado Lost in translation y La chica de la perla, las dos películas que le dieron el reconocimiento definitivo de la industria, la revista Variety predijo que la joven era una de las grandes promesas de Hollywood. Pocos meses más tarde, sus predicciones se confirmaban. El aire sexy, los labios carnosos y la mirada inquieta de Scarlett comenzaron a acaparar portadas de revistas mientras los premios se sucedían. Ahora su nombre y su rostro son tan populares que la actriz neoyorquina se ha convertido en víctima predilecta de los paparazzi. "Me aburren, son un incordio. Pero supongo que es lo que tiene la fama. Después de Lost in translation mi vida ha cambiado, de eso no hay duda. Pasas de ser alguien anónimo a ser perseguido por los fotógrafos. Aunque también me ha permitido tener un abanico mucho más amplio sobre el que poder elegir. Y también, trabajar con Woody", declara esta actriz, cuyo matrimonio profesional con el neoyorquino ha funcionado tan bien que repite con Allen en su siguiente proyecto: The untitled Woody Allen Fall Project 2006.
"Esta vez se trata de una comedia y el rodaje ha sido un poco diferente porque Woody dirige y también actúa, que es algo que yo sólo había experimentado con Robert Redford", explica Johansson, quien afirma que Woody Allen "ya es un amigo para el que trabajaré siempre que me lo pida". La película, en la que además actúa el australiano Hugh Jackman, también se ha filmado en Londres ya que el director prefiere la libertad que le dan los inversores europeos a cumplir las exigencias de los productores de Hollywood. "Le gusta poder hacer lo que le da la gana sin tener que dar explicaciones", apunta Johansson.
Entre los proyectos que la actriz aún tiene pendientes de estreno están A good woman, un filme en el que actúa junto a Helen Hunt y Joseph Fiennes, ya estrenada en Europa y que llegará a las pantallas estadounidenses en diciembre, y The black Dhalia, la nueva producción de Brian de Palma. Recientemente, también se la pudo ver en La isla, una superproducción futurista que ha tenido mucho menos éxito del esperado. Para ella "fue un proyecto divertido" en cuyo guión vio "una historia de amor genuina" aunque lo que su director Michael Bay llevó a los cines fue una interminable película de acción vapuleada por la crítica.
Friday, November 04, 2005
Thursday, November 03, 2005
COERÊNCIA, ESTABIILIDADE E CORAGEM
“As teorias podem mudar, mas há qualquer coisa que vale sempre e em todos os tempos, é a coerência.” – Albert Camus
Nas presidenciais escolhe-se, acima de tudo, uma personalidade. É a escolha política mais pura de todas as escolhas. Nas eleições presidencial a minha escolha é a mais politicamente incorrecta do momento. Aquela que, paradoxalmente, está contra a corrente e é disso que eu gosto: Mário Soares.
Sabem porquê? Para além de uma questão de coerência, “essa coisa que vale sempre e em todos os tempos”, pois sempre votei em Soares, mesmo quando, em 1986, estava “derrotado” à partida, também pela estabilidade, que Cavaco, ao contrário do que proclama, não garante, e pela coragem, que sobra a Soares, quanto falta a Cavaco.
Soares e Cavaco representam, respectivamente, o “centro esquerda” e o “centro direita” mas as suas personalidades são diametralmente opostas. Soares é um cosmopolita, um “homem do mundo”. Cavaco é um provinciano, um “homem da terra”.
O que não deixa de ser interessante é sectores da intelectualidade de esquerda denegrirem as características de Soares contra os fundamentos das suas próprias convicções. Soares é um político puro, protagonista de duas aquisições decisivas na história portuguesa contemporânea: a democracia representativa e a plena adesão à UE. Soares intervém na política por prazer e, ao contrário de Cavaco, já foi tudo o que nela se pode ser.
Cavaco é um académico e tecnocrata, protagonista de um período de 10 anos de governo, com obra feita e controversa. Afirma-se o contrário do político profissional, mas nunca deixou de ser o que afirma nunca ter sido. Mostra enfado pela política, um dever, mais do que um prazer, um sacrifício pessoal e profissional realizado em nome “da salvação da pátria”.
Desiludam-se os que pensam, beatificamente, que o melhor Presidente para o governo reformista de Sócrates será Cavaco pois, para a sua estratégia presidencial, Sócrates é um “idiota útil” destinado a executar a componente dura das políticas de estabilização orçamental e as facetas impopulares das reformas do estado.
Após essa obra meritória, digo-o sem ironia, “Cavaco Presidente” agradecerá, grandiloquente, dando lugar a um governo de direita dirigido, quase certamente, por Manuela Ferreira Leite. Aliás o manifesto eleitoral de Cavaco “As minhas ambições para Portugal”, apesar da sua contenção política e moderação ideológica, não é mais do que um programa de governo.
A proclamada estabilidade soçobrará no momento considerado mais oportuno para derrubar o governo socialista. O derrube ocorrerá antes do fim do seu mandato, caso acorram factos excepcionais que o justifiquem, pois Cavaco, como qualquer outro Presidente, nunca descartará o exercício desse poder constitucional.
Em alternativa, caso chegue ao fim do mandato, o governo socialista carregará a cruz de ter sacrificado bastos “direitos adquiridos”, cuja reposição as corporações exigirão a Cavaco, no exercício da sua suposta competência de “não político”, contraposta, subliminarmente, à ociosa “senilidade” de Soares apresentado como um vulgar “político profissional” em fim de ciclo.
Ver-se-á até onde chegará o desaforo revanchista da direita, incluindo a extrema-direita, nos ardores do seu entusiasmo pela candidatura de Cavaco.
Mas tenho como certo que Cavaco não garantirá a estabilidade governativa pela razão simples que não será capaz de resistir às pressões para intervir nas funções do governo. Quanto mais Cavaco for o candidato único da direita menos margem de manobra terá para prosseguir um magistério independente que se constitua como fautor de estabilidade.
Não garante, por outro lado, a estabilidade do PSD pois minará a liderança de Marques Mendes em favor de uma liderança alternativa que possa vir a garantir a consagração da velha máxima, nunca antes alcançada pela direita, “uma maioria, um governo, um presidente”. E Marques Mendes é demasiado fraco para garantir um futuro governo de direita forte.
Todos nos podemos enganar e, muitas vezes, temos dúvidas mas, neste contexto, a palavra estabilidade mal esconde todo um programa de regeneração do regime, assente no reforço ou subversão dos poderes presidenciais, fazendo emergir Cavaco como um “homem providencial”, miragem que, ao longo dos tempos, sempre conduziu Portugal ao desastre.
(Artigo publicado no "Semanário Económico" na sua edição de 4 de Novembro de 2005.)
Nas presidenciais escolhe-se, acima de tudo, uma personalidade. É a escolha política mais pura de todas as escolhas. Nas eleições presidencial a minha escolha é a mais politicamente incorrecta do momento. Aquela que, paradoxalmente, está contra a corrente e é disso que eu gosto: Mário Soares.
Sabem porquê? Para além de uma questão de coerência, “essa coisa que vale sempre e em todos os tempos”, pois sempre votei em Soares, mesmo quando, em 1986, estava “derrotado” à partida, também pela estabilidade, que Cavaco, ao contrário do que proclama, não garante, e pela coragem, que sobra a Soares, quanto falta a Cavaco.
Soares e Cavaco representam, respectivamente, o “centro esquerda” e o “centro direita” mas as suas personalidades são diametralmente opostas. Soares é um cosmopolita, um “homem do mundo”. Cavaco é um provinciano, um “homem da terra”.
O que não deixa de ser interessante é sectores da intelectualidade de esquerda denegrirem as características de Soares contra os fundamentos das suas próprias convicções. Soares é um político puro, protagonista de duas aquisições decisivas na história portuguesa contemporânea: a democracia representativa e a plena adesão à UE. Soares intervém na política por prazer e, ao contrário de Cavaco, já foi tudo o que nela se pode ser.
Cavaco é um académico e tecnocrata, protagonista de um período de 10 anos de governo, com obra feita e controversa. Afirma-se o contrário do político profissional, mas nunca deixou de ser o que afirma nunca ter sido. Mostra enfado pela política, um dever, mais do que um prazer, um sacrifício pessoal e profissional realizado em nome “da salvação da pátria”.
Desiludam-se os que pensam, beatificamente, que o melhor Presidente para o governo reformista de Sócrates será Cavaco pois, para a sua estratégia presidencial, Sócrates é um “idiota útil” destinado a executar a componente dura das políticas de estabilização orçamental e as facetas impopulares das reformas do estado.
Após essa obra meritória, digo-o sem ironia, “Cavaco Presidente” agradecerá, grandiloquente, dando lugar a um governo de direita dirigido, quase certamente, por Manuela Ferreira Leite. Aliás o manifesto eleitoral de Cavaco “As minhas ambições para Portugal”, apesar da sua contenção política e moderação ideológica, não é mais do que um programa de governo.
A proclamada estabilidade soçobrará no momento considerado mais oportuno para derrubar o governo socialista. O derrube ocorrerá antes do fim do seu mandato, caso acorram factos excepcionais que o justifiquem, pois Cavaco, como qualquer outro Presidente, nunca descartará o exercício desse poder constitucional.
Em alternativa, caso chegue ao fim do mandato, o governo socialista carregará a cruz de ter sacrificado bastos “direitos adquiridos”, cuja reposição as corporações exigirão a Cavaco, no exercício da sua suposta competência de “não político”, contraposta, subliminarmente, à ociosa “senilidade” de Soares apresentado como um vulgar “político profissional” em fim de ciclo.
Ver-se-á até onde chegará o desaforo revanchista da direita, incluindo a extrema-direita, nos ardores do seu entusiasmo pela candidatura de Cavaco.
Mas tenho como certo que Cavaco não garantirá a estabilidade governativa pela razão simples que não será capaz de resistir às pressões para intervir nas funções do governo. Quanto mais Cavaco for o candidato único da direita menos margem de manobra terá para prosseguir um magistério independente que se constitua como fautor de estabilidade.
Não garante, por outro lado, a estabilidade do PSD pois minará a liderança de Marques Mendes em favor de uma liderança alternativa que possa vir a garantir a consagração da velha máxima, nunca antes alcançada pela direita, “uma maioria, um governo, um presidente”. E Marques Mendes é demasiado fraco para garantir um futuro governo de direita forte.
Todos nos podemos enganar e, muitas vezes, temos dúvidas mas, neste contexto, a palavra estabilidade mal esconde todo um programa de regeneração do regime, assente no reforço ou subversão dos poderes presidenciais, fazendo emergir Cavaco como um “homem providencial”, miragem que, ao longo dos tempos, sempre conduziu Portugal ao desastre.
(Artigo publicado no "Semanário Económico" na sua edição de 4 de Novembro de 2005.)
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