El FMI prevé que la deuda de los países ricos llegue al 140% del PIB en 2014 - Almunia avisa de las dificultades para financiar tanto endeudamiento
California y su gobernador, el ex actor Arnold Schwarzenegger, planean vender la prisión de San Quintín, una cinematográfica mole situada ante la bahía de San Francisco, y otras propiedades como el estadio de los Juegos Olímpicos de Los Ángeles, el mítico Memorial Coliseum. No hay muchas más opciones. Los californianos han rechazado una subida de impuestos y se enfrentan a una emergencia fiscal. Y de la anécdota a la categoría: la situación es alarmante a mayor escala.
El intervencionismo de EE UU para combatir la Gran Recesión deja un agujero enorme, con el déficit y la deuda disparados, que ha llevado a los mercados a especular sobre una posible rebaja de la calificación crediticia norteamericana. En el Reino Unido, esa rebaja es algo más que una amenaza.
El irresistible aumento del déficit y la deuda es un fenómeno global: en la zona euro, la factura de la crisis también será colosal, aunque inferior a la de los dos países anglosajones y a la de Japón, donde el agujero fiscal será del 8,7% en 2010. El déficit público de la eurozona sobrepasará el billón de euros entre 2009 y 2010, según cálculos elaborados por este periódico partiendo de las previsiones de la Comisión Europea. Este año ascenderá al 5,3% del PIB del área del euro (461.000 millones); el próximo será del 6,5% (565.000 millones), con Irlanda y España a la cabeza. La deuda rozará el 85% del PIB europeo en 2010. Y esto es sólo el principio: el FMI prevé que el endeudamiento público supere el 140% del PIB en las economías avanzadas en sólo cinco años.
"No hay comidas gratis", reza la sentencia económica por antonomasia. Ese boom de déficit y deuda es imprescindible porque la alternativa era una depresión al estilo de los años treinta, pero a la vez muy peligroso: "Habrá fuertes tensiones dentro de un tiempo por las necesidades de refinanciación de las emisiones actuales con vencimientos muy cortos", avisó ayer el comisario de asuntos económicos, Joaquín Almunia. Traducción libre: vienen curvas. Los rescates de la banca, el incremento despiadado del desempleo -y de los subsidios- y la inversión en obra pública han impedido que el descalabro fuera aún mayor, pero los Gobiernos no tienen más remedio que pedir prestado el dinero. Y a algunos países no les va a ser fácil colocar tanto papel. Los expertos hablan ya de la deuda como la próxima burbuja, con implicaciones muy serias a medio plazo: más impuestos, tensiones para mantener el Estado del bienestar y fuertes presiones en los mercados.
La City de Londres y Wall Street, una fuente imparable de ingresos en los últimos años, provocan ahora grandes costes al Reino Unido y EE UU. El déficit público británico rozará el 14% del PIB en 2010: el panorama es tan desolador que las agencias de calificación han anunciado que estudian una rebaja de la solvencia del Tesoro británico. Esa rebaja ya se ha producido en España, Italia, Irlanda, Grecia y Portugal, una lista negra que no deja de engordar. Los temores han saltado al otro lado del océano, y la posibilidad de que EE UU pierda la máxima nota provocó la semana pasada un terremoto en el mercado de bonos.
"Espero subidas de impuestos y un aumento notable de la inflación en apenas un par de años", asegura desde Harvard Robert Barro, uno de los grandes expertos norteamericanos. Lo primero ya está sucediendo en Reino Unido y EE UU (subidas tributarias para las rentas más altas) e incluso en España (eliminación parcial de la deducción por hipoteca). "En EE UU, la única posibilidad para compensar el dramático aumento del gasto es un impuesto sobre el valor añadido como el europeo. Será interesante políticamente ver cómo sucede eso", dispara Barro.
Luis Garicano, de la London School of Economics, afirma que el tamaño que está alcanzando la deuda "va a restringir la tasa de crecimiento de las grandes economías: los impuestos van a subir, y el esfuerzo de los Estados para financiar la deuda va a limitar la capacidad de las empresas para encontrar financiación, lo que reducirá la inversión privada".
El mayor peligro es que los mercados piensen que el déficit es insostenible y eso provoque ataques especulativos sobre los países menos sólidos. "Es de esperar que los países desarrollados eviten esa situación", apunta Tomás Baliño, ex subdirector del FMI. La receta de libro para sortear ese peligro es incrementar ingresos y reducir gastos, pero éstos son tiempos duros para la ortodoxia: "Quienes puedan recurrirán a la inflación para pasar el coste de la crisis a sus acreedores", asegura Baliño. En otras palabras: usarán la máquina de imprimir billetes, algo que ya hacen EE UU y el Reino Unido, pese al riesgo de incubar procesos inflacionarios que luego cuesta mucho frenar.
En condiciones normales, esos riesgos serían un argumento intachable para criticar el activismo de los Gobiernos y el exceso de deuda. "Pero las circunstancias actuales son cualquier cosa menos normales", aseguraba recientemente el Nobel Paul Krugman. "Quien piense que la expansión fiscal es mala para las generaciones futuras se equivoca. Los trabajadores de hoy y sus hijos necesitan que se haga todo lo posible para iniciar la recuperación".
El Pais - CLAUDI PÉREZ - Madrid - 26/05/2009
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